¿El cielo es real? ¿Cómo podemos saber? ¿Existe prueba del cielo?
Si no puedes ver algo, ¿acaso aún existe? La respuesta es bastante obvia una vez que piensas en el oxígeno, la gravedad o el viento afuera. Pero, ¿qué pasa con las realidades invisibles que no pueden ser medidas científicamente? Bueno, existe el amor, la dignidad, la justicia y la esperanza, para empezar.
Entonces, ¿podría haber un mundo espiritual que, aunque invisible, sea también completamente real? Esto es precisamente lo que enseña1 la Biblia acerca del cielo. 2
No es Fe Ciega
Mientras que es imposible probar la existencia del cielo de la misma manera en que probarías la existencia de tu ciudad natal, eso no significa automáticamente que el lugar es ficticio.3 Sin duda, la creencia en el cielo se reduce a fe—no una fe ciega o irracional, simplemente fe. Uno de los autores bíblicos define la fe así: “La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.”4
Los cristianos creen en el cielo porque creen en la Biblia, que habla claramente de los cielos. Hay que reconocer que, a menudo anhelamos algo más seguro, más comprobable que las palabras en un libro. Sin embargo el apóstol Pedro nos dice que la Escritura es una revelación “más plenamente confirmada” que incluso el propio Jesús en una gloria transfigurada.5
Esa es una afirmación impresionante. Pedro dice que la Biblia en sí misma es una de las “pruebas” más convincentes que Dios nos ha dado. Y en efecto, aunque las Escrituras no nos dicen todo lo que queremos saber sobre el cielo, sí nos dicen todo lo que necesitamos saber.
¿Qué es el Cielo?
El cielo es una idea familiar para muchos de nosotros pero, ¿qué exactamente dice la Biblia que es el cielo? Más simple, el cielo es donde vive Dios.
Esto no significa que Dios está ausente en otros lugares; de hecho, la Escritura aclara que está presente en todas partes.6 Pero el cielo es el lugar donde habita únicamente su presencia.7 Es el lugar de nuestro tesoro,8 nuestra ciudadanía,9 nuestra herencia10 y nuestra esperanza.11
Tal vez te has dado cuenta que sigo usando la palabra “lugar.” Eso es porque la mayoría de los cristianos cree que el cielo no es un mero concepto o un estado de ánimo; es un lugar real.12 En la tradición cristiana, cuando los seguidores de Jesús mueren, aunque sus cuerpos permanecen en la tierra, sus almas inmediatamente entran en la presencia de Dios.13
Esta es una situación temporal o “estado intermedio” hasta el día cuando Jesús regrese y sus cuerpos sean físicamente levantados y reunidos con sus almas para siempre.14 Y cuando sus cuerpos sean levantados, estas nuevas entidades serán imperecederas, gloriosas, poderosas y espirituales.15 Se habrá ido toda imperfección.
Verás, la última esperanza de los cristianos no es la evacuación de la tierra, sino la restauración de esta tierra—un mundo redimido.16 Las Escrituras pintan la imagen del cielo en términos concretos y materiales: “Nuevos cielos y nueva tierra.”17
En otras palabras, los cristianos no creen que estaremos flotando en las nubes con arpas doradas y alas de ángel. Nosotros estaremos corriendo y jugando y trabajando y descansando y cantando y riendo y deleitándonos con las infinitas maravillas de un Dios bueno y hermoso.
Así que, está bien hablar de la eternidad en el “cielo” mientras recordemos que la palabra es simplemente la versión abreviada de los nuevos cielos y la nueva tierra—un mundo de eterna y creciente felicidad en la presencia de Dios.
La Biblia nos dice que será maravilloso más allá de toda comprensión.18 En efecto, “[Dios] les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.”19
Anhelos Profundos
El libro de Eclesiastés del Antiguo Testamento declara que Dios “puso en la mente humana el sentido del tiempo.”20 Como personas creadas a imagen de Dios, somos seres eternos con un anhelo innato y capacidad para la vida eterna.21 Fuimos hechos para vivir para siempre.
Es insaciable e innegable el deseo de la humanidad por una felicidad interminable. Creo que estamos de acuerdo que tendemos a querer algunas cosas más que nuestra propia felicidad. Considera por un momento la inquietud generalizada y la insatisfacción que a menudo sentimos—y lo atestiguamos incluso entre las personas más importantes del mundo. Aparentemente lo tienen todo, pero algo sigue faltando. ¿Cómo explicamos esto?
En un ensayo titulado On Fairy Stories (“Sobre los Cuentos de Hadas”), J. R. R. Tolkien reflexiona sobre el amor humano por las historias de fantasía.22 Aun cuando sabemos que los cuentos no son reales, nos sentimos atraídos hacia ellos. ¿Por qué?
Tolkien señala que los cuentos de hadas contienen ciertos elementos que únicamente resuenan con nuestras almas: Sacrificio heroico, caminar fuera del tiempo, escapar de la muerte, comunión con seres que no son humanos, el bien triunfando sobre el mal y el amor sin despedida (el clásico final de “felices para siempre”). Tales historias tocan los deseos que la vida real y la ficción realista no pueden tocar.
Aunque sabemos que nada en este mundo puede satisfacer nuestro deseo por lo que es “demasiado bueno para ser verdad,” sin embargo, tales anhelos no nos dejan solos. En el fondo tenemos una fuerte esperanza de que este mundo no es lo que se supone debería ser—y que no es de la manera que siempre será. Al transportarnos a mundos fuera de nosotros, los cuentos de hadas despiertan deseos innatos dentro de nosotros. Señalan hacia una realidad subyacente que de manera innata sentimos profundo en nuestras almas.
Para los seguidores de Jesús, la belleza es que el evangelio no es sólo otra maravillosa historia apuntando a esta realidad subyacente; por el contrario, el Evangelio es la realidad subyacente a la que todas las otras historias apuntan. Cuando Jesús regrese, lo que siempre se sintió esquivo, distante y demasiado bueno para ser verdad se convertirá en nuestra realidad, envolviendo nuestras experiencias y empapándonos de alegría.
Como observó el puritano Thomas Brooks, “Ni Cristo o el cielo pueden ser hiperbolizados.”23 Es imposible sobreestimar la maravilla de la vida con Dios.
La Puerta Abierta del Cielo
Aunque ni tú o yo podemos demostrar científicamente la existencia del cielo—o la no existencia, por supuesto—es una creencia totalmente plausible para sostener. El testimonio confiable de las Escrituras, así como los anhelos inextinguibles de nuestras almas apuntan poderosamente a esta realidad.
Por último, la tradición cristiana deja claro que debemos recordar que la única razón para ir al cielo es porque Dios dejó el cielo para venir a nosotros. En la persona de Jesucristo, Dios vivió la vida que no pudimos vivir, murió la muerte que merecíamos morir, y fue resucitado. Él hizo esto para que todos los que creen en él y se arrepienten de sus pecados puedan ser liberados de las consecuencias de sus pecados y sean capaces de disfrutar la vida con él para siempre.
“¿Te has detenido a pensar,” preguntó una vez el teólogo A. W. Tozer, “que Dios va a estar tan encantado de tenerte con él en el cielo de la misma manera en la que tú estarás encantado de estar allí?”24
Dios está ansioso. ¿Y tú?