Los cristianos creen que en el cielo viviremos con Dios. ¿Cómo sería eso?
Hay momentos en la vida en los que todos pensamos en el cielo. Ya sea cuando estamos leyendo un libro sobre "la asombrosa historia de un niño de 4 años que visitó el cielo",1 mientras asistimos a un funeral, cuando cuidamos a un paciente terminal o cuando navegamos a través de nuestros propios problemas de salud, nuestras mentes no pueden evitar pensar en la vida después de la muerte.
¿Veremos ahí a nuestros seres queridos? ¿Los que están en el cielo pueden vernos ahora a nosotros? ¿Nos vamos ahí de inmediato después de morir? ¿Dónde está el cielo? ¿Y qué vamos a hacer allí... durante toda la eternidad? En resumen: ¿Cómo es el cielo?
El Cielo en la Biblia
Algunos creen que la vida después de la muerte es solo un mito. No hay cielo; cuando la gente muere, solo deja de existir. Otros piensan que todos se van al cielo después de morir. Otros incluso creen en la existencia del cielo y del infierno y que la relación que uno tenga con Dios en la tierra determina el destino eterno de uno.
No importa cómo lleguemos al tema, la idea común del cielo habitualmente incluye flotar entre nubes, tocar arpas con los ángeles y no mucho más. Afortunadamente -dado que las nubes y las arpas no son la idea más atractiva o excitante de una vida después de la muerte- no es así como la Biblia describe el cielo, en absoluto.
En realidad, la Biblia enseña algo bastante distinto sobre lo qué sucede después de la muerte. El apóstol Pablo sugiere que nuestras almas van a estar en presencia de Dios.2 Pero un alma sin cuerpo no es nuestro destino final, según la Biblia, así que los teólogos denominan esto como un estado intermedio.
Es "intermedio" porque la Biblia dice que un día—nadie sabe cuándo—Jesús retornará a la tierra y elevará nuestros cuerpos viejos y corruptos a una nueva vida, donde seremos juzgados en presencia de Dios. Quienes depositaron su fe en Jesús pasarán la eternidad con él.
Pero aquí está la trampita: la eternidad no se vivirá en alguna existencia extracorpórea y misteriosa. El libro del Apocalipsis—el último libro de la Biblia—dice que Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva, redimida, donde quienes siguieron a Jesús vivirán para siempre con Dios. Todo lo que era malo y maldad habrá desaparecido: solo prevalecerá la bondad, la belleza y la verdad.3
¿Entonces cómo será en realidad esta nueva tierra después de la vida?
Navegando a Través de la Bruma
La Biblia no dice mucho sobre la vida en esta nueva tierra. Y cuando lo hace, los autores bíblicos parecen haber estado un poco faltos de palabras. Así que usaron metáforas e imágenes simbólicas para describir algo que no comprendían por completo, como tú y yo hacemos a menudo cuando tratamos de relatar experiencias o emociones.
Otros teólogos lo han asemejado a navegar en una bruma: "Todo el lenguaje cristiano acerca del futuro es un conjunto de letreros que apuntan a una bruma. Los letreros normalmente no proveen fotografías anticipadas sobre lo que se encontrará al final del camino, pero eso no significa que no estén apuntando hacia la dirección correcta. Te están diciendo la verdad, el tipo de verdad particular que se puede decir acerca del futuro".4
Entonces, con esa advertencia, aquí te presentamos algunas señales claves que podrían apuntar el camino a seguir.
La vida en una nueva tierra no tendrá pecado, pena, dolor o muerte.
Como un vistazo de lo que esto será, el apóstol Juan escribió acerca de la tierra redimida: “‘Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”.5
Es difícil imaginar un mundo sin avaricia, egoísmo, ira o injusticia. Un mundo donde el cáncer ya no sea una amenaza, en que la pobreza sea eliminada y las disculpas sean una cosa innecesaria del pasado. Es casi imposible considerar, y sin embargo es la vida que todos deseamos. Uno incluso podría decir que es la vida para la que fuimos hechos originalmente.
La nueva tierra será bella y brillante.
Juan describe este hogar eterno así: “Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente”.6 Es casi como si todos los lugares más hermosos que hay en la tierra ahora—el Gran Cañón en una mañana brumosa, los Himalayas cubiertos con nieve fresca, una isla tropical resplandeciente a la luz del sol—fueran a estar disponibles para disfrutarlos todos a la vez en una experiencia pura y no adulterada.
La nueva tierra también será una ciudad de gente floreciente.
La tierra "antigua" comenzó en el Jardín del Edén con Dios haciendo un llamado a los humanos a poblar y cultivar la tierra.7 La nueva tierra demuestra el cumplimiento de esa misión.
La visión de Dios incluyó un vistazo a una ciudad gloriosa, completa con calles, accesos y muros; árboles con fruto y ríos de vida; y gente viviendo sus vidas a plenitud en una expresión de su alabanza a Dios.8
La nueva tierra incluirá la presencia de Dios mismo.
Tal vez lo más significativo es cómo Juan describe la vida eterna: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios”.9
En otras palabras, si “cielo” representa el espacio de Dios y “tierra” representa el de la humanidad, en la eternidad el cielo y la tierra se hacen uno de tal forma que Dios y la gente viven uno en el otro. Lo que los humanos sólo pueden entrever en momentos fugaces, lo vamos a experimentar para siempre en la presencia incontenida de Dios.
Imaginar lo Inimaginable
Cierto es que esta idea puede parecer muy lejana para muchos, y es comprensible. Requiere una tremenda imaginación visualizar lo que Juan describió como una posibilidad real y tangible. Pero tal vez nuestras imaginaciones contienen la clave.
Todo destino valioso, todo sueño hecho realidad, comienza con imaginar lo que parece inimaginable. Y si Dios realmente existe—y hay más en esta vida que solo esta vida—tal vez una vida nueva y en redención con Dios en una tierra nueva y redimida no es tan lejana después de todo.