Tengo mejores cosas que hacer que ir a la iglesia. ¿Tengo que ir para ser un cristiano?
En el oeste, la asistencia a la iglesia—incluso entre cristianos—está decayendo. Según un estudio reciente, la asistencia a servicios religiosos en cualquier semana del año ha disminuido entre los cristianos, en un nueve por ciento desde 1991. Ahora, sólo una minoría de ellos (47 por ciento) puede encontrarse en la iglesia durante una semana cualquiera.1
En una cultura que ve la independencia y la autosuficiencia como un distintivo de identidad de una persona verdaderamente exitosa, la iglesia puede sentirse como una imposición a nuestro tiempo y energía. Preguntamos si tenemos que ir a la iglesia de la misma manera renuente en la que nos podríamos preguntar, "¿Tengo que ir al dentista?"
Pero, ¿qué pasaría si los seguidores de Jesús sólo florecieran realmente cuando se encuentran en comunidad con otros creyentes afines? ¿Qué pasaría si sólo se pudiera encontrar verdadera realización en servirlos a ellos en lugar de a nosotros mismos?
Iglesia en la Biblia
La Biblia ciertamente constituye un argumento poderoso para estar en la iglesia regularmente. Jesús mismo asume que sus seguidores se reunirán habitualmente en “iglesias” autónomas.2 El escritor del libro de Hebreos es explícito: "Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos".3
Según la Biblia, los creyentes deben reunirse regularmente para que puedan
- oír que la palabra de Dios es enseñada fielmente;4
- orar juntos;5
- ser responsables unos de otros;6
- animarse unos a otros;7
- usar los dones espirituales que les ha dado Dios para el beneficio de sus correligionarios;8
- ejercer la disciplina de la iglesia con el objetivo de restaurar a una persona que se encuentra atrapada en un pecado particular;9
- apoyarse unos a otros en el sufrimiento;10
- regocijarse unos con otros;11
- conmemorar la muerte y resurrección de Jesús;12
- servir unos a otros;13
- resistir unos con otros;14
- ofrecer hospitalidad unos a otros;15
- amar unos a otros;16 y
- demostrar el poder y la bondad de Jesús a un mundo que observa.17
Esta lista está lejos de ser exhaustiva. Mientras lees el Nuevo Testamento, es difícil dejar pasar los muchos comandos que contienen la frase "unos a los otros."
El Nuevo Testamento describe a cada grupo de creyentes reunido como "el cuerpo de Cristo". Al igual que en un cuerpo humano, cada parte del cuerpo de Cristo necesita de los otros.18 Cada creyente es una "mano" o un "ojo" o un "pie", y así como sería contraproducente para el pie decir, "no me gusta esta pierna; me voy" es igual cuando un creyente deja de asistir a iglesia o se niega a instalarse en una iglesia. La Iglesia sufre y también lo hace el creyente.
La Iglesia Como Dios la Ve
El teólogo y pastor Mark Dever cuenta una historia que resume por qué es tan importante reunirse regularmente con la misma familia de creyentes. Él y un amigo cristiano asistían a la iglesia juntos, pero su amigo sólo asistía al servicio de la mañana—y aun así, sólo hasta la mitad del servicio cuando era hora del sermón.
Dever le preguntó a su amigo si había pensado en comprometerse a la iglesia. El amigo respondió: "¿por qué habría de unirme a la iglesia? Si me uno a ella, creo que sólo me retrasaría espiritualmente."
Dever respondió con otra pregunta: "¿Has considerado que tal vez Dios quiere que entrelaces brazos con esas otras personas, y que aunque tal vez puedan retrasarte un poco, tú podrías ayudar a acelerarlos—y que eso es parte del plan de Dios, de la manera en la que debemos vivir como cristianos todos juntos?"19
Si realmente viéramos la iglesia como Dios la ve, incluso con todos los "inconvenientes" que pueda implicar, sería una de nuestras alegrías más profundas. Escribiendo sobre el libro de hechos en la Biblia, el teólogo doctor Martyn Lloyd-Jones hace esta observación:
Vaya que es una negación absoluta la de la totalidad del Nuevo Testamento, esta sugerencia necia de que un servicio por domingo es suficiente—uno que se lleva a cabo a las nueve en punto de la mañana, para cumplir rapidito, por así decirlo, para que después puedas realmente irte y disfrutar y obtener verdadera felicidad al mirar la televisión o correr a la playa o ir a jugar al golf. Pero lo que sucede cuando la gente es bautizada con el Espíritu Santo—como se observa a través de Hechos—es que empiezan a querer estar juntos, juntarse tan a menudo como puedan. Los creyentes en Hechos firmemente continuaron hablando de estas cosas, cantando juntos, alabando juntos a Dios—todos los días. Esto era primero por encima de todo. Todo lo demás venía en segundo lugar; inclusive su trabajo era solamente algo que tenían que hacer. Era correcto que debían hacer su trabajo, por supuesto, pero esta comunidad de alabanza era lo que significaba vida para ellos, lo que significaba alegría y salvación.20
No Hay Duda
Desde esta perspectiva, la pregunta, "¿Tengo que ir a la iglesia?" es casi cómica. Podríamos preguntarnos de igual manera, "¿Tengo que ver a mi equipo de deportes favorito?", "¿Tengo que dormir con mi bella esposa?" O, mientras alguien se ahoga en el Atlántico, "¿Tengo que subirme en esa balsa salvavidas?"
Nuestras iglesias locales—en la medida en la que tratan de conocer a Cristo y vivir la palabra de Dios—son dones únicos e insustituibles que fueron regalados por Dios a cada creyente. Retirarnos de ellos es negar nuestro amor por los demás y robarnos a nosotros mismos la alegría.