¿Acaso orar es más que sólo pedir por lo que necesitas?
Kevin está en búsqueda de trabajo. Necesita un trabajo para sostener a su familia, pero también quiere encontrar un trabajo para aportar algo positivo a la comunidad. Antes de cada entrevista, ruega a Dios que lo ayude a impresionar de manera favorable al entrevistador con sus habilidades y experiencia.
Elise es la madre de tres niñitos y todos ellos se encuentran con ella en una breve visita al supermercado. Su hijo menor llora porque tiene hambre y sus otros dos niños pequeños juegan fútbol muy activamente con artículos que sacan de las tablillas más bajas, mientras otros compradores los miran con censura. “Jesús, ayúdame a no perder la cabeza”, murmura.
Ty siempre lleva una lista de nombres. Cada vez que la ve, escoge un amigo y, brevemente, ruega a Dios que lo cuide. Piensa en cómo puede alentarlo y apoyarlo ese día y pide entendimiento para comprender sus necesidades particulares.
Sasha está sentada en el sitio más alto de un conocido sendero natural un poco después del amanecer. El paisaje desde allí es espectacular y la llena de alegría. Sin pensar o casi sin darse cuenta de lo que hace, empieza a murmurar una canción que conoce desde su niñez: “Señor, mi Dios, al contemplar los cielos, el firmamento y las estrellas mil…”.1
¿Son oraciones las peticiones deliberadas de Kevin? ¿Qué tal de la súplica murmurada de Elise en el pasillo siete? ¿Crees que la costumbre de Mark de “recordar amigos en una lista” podría ser considerada como una plegaria? ¿Podría serlo la canción espontánea de Amy?
En definitiva, ¿qué es orar?
Orar Es Comunicarse
Pregunta a una docena de personas: “¿Qué es orar?”, y probablemente oirás una docena de respuestas diferentes. “Es hablar con Dios”, una persona podría decir. Otra podría contestar: “Es rezar el Padre Nuestro o el Ave María”. Algunos podrían decir que orar es pedir lo que deseas o necesitas a un ser superior.
Debido a los efectos de este artículo, consideremos la práctica de orar como “comunicar intencionalmente un mensaje a Dios”.2 Y no solo un mensaje a cualquier Dios, pero al Dios que los cristianos llaman “el Todopoderoso”, el Dios cuya historia con su pueblo está documentada en las páginas de La Biblia.
Dios anima a su pueblo—los que creen en Él y lo siguen—a que oren por Él.3 La Biblia está llena de plegarias de hombres y mujeres comunes quienes intencionalmente comunicaron sus mensajes a Dios. Muchos de estos mensajes fueron peticiones, pero otros fueron de palabras de alabanza y adoración; expresiones de alegría y maravilla; confesiones de duda, miedo y ansiedad; además de declaraciones de esperanza.
Se puede orar de muchas maneras, pero la comunicación intencional dirigida a Dios es lo fundamental de la oración.
Más Que Palabras
Muchas personas aprenden a rezar oyendo las plegarias de los demás. Quizás, cuando eras niño, oíste plegarias repetidas en la iglesia o quizás recuerdas las palabras del Padre Nuestro y las usas cuando quieres orar.
Se puede empezar muy bien de esta manera, pero simplemente vocalizar las palabras no es orar. “De lo contrario”, escribió el teólogo C. S. Lewis, “un grupo de cotorras muy bien entrenadas lo harían igual que los seres humanos.”4
El corazón también está involucrado en la oración. Las plegarias y las relaciones están entrelazadas de manera inextricable. Van juntas.
Francis Chan, pastor, autor y filántropo, ha descrito la oración como “una forma de caminar en el amor”.5 Ciertamente, esa “forma” representa más que repetir palabras y frases y esperar que quien escribió las palabras nos conectará con Dios mágicamente.
Más Que Peticiones
Mientras que las peticiones (pedir algo que deseamos o necesitamos) son una legítima y muy conocida parte de la oración, la oración abarca más que solo pedir cosas a Dios. Si nunca nos apartamos del “yo quiero” o “dame”, entonces nuestras plegarias—y la relación que fluye de las mismas—serán limitadas o insatisfactorias.
Imagina una amistad o un matrimonio en el que solo se comunican peticiones y exigencias. No hay palabras de afecto. No se agradece, ni se elogia, ni se aprecia nada. No se comparten esperanzas, ni sueños, ni tan solo los sufrimientos. Solo: “Necesito esto”, o “dame eso”.
¿Desearías una relación como esa? ¿Podrías huír de la misma lo suficientemente rápido?
Una Relación en Crecimiento
“La oración,” dice el autor y teólogo Richard Foster, “no es otra cosa que una relación de amor contínua y en crecimiento con Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.”6 De la misma manera en la que nos acercamos a la gente con quien pasamos ratos de calidad, así mismo nos acercamos a Dios pasando tiempo en su presencia—alabándolo, agradeciéndole, buscando su sabiduría, pidiéndole, meditando acerca de sus palabras, escuchando sus mandatos.
La oración no tiene la intención de ser un remedio mágico para suplir deseos y necesidades, al menos no exclusivamente. El motivo de la oración es establecer una relación con Dios. Por tanto, la oración “trabaja” si construye, mejora, solidifica o intensifica la relación entre el que ora y a quien esas oraciones van dirigidas.
“Pedimos en nuestras oraciones,” escribe el autor y teólogo Mark Roberts, “porque queremos las respuestas de Dios, pero, más profundamente, pedimos porque nos acerca a Dios. Cuando nos acercamos al trono de gracia con valentía, para recibir misericordia y gracia en momentos de necesidad, obtenemos más de lo que buscábamos. Recibimos tanto la ayuda de Dios como la presencia de Dios. Hacemos peticiones en nuestras oraciones porque necesitamos respuestas, pero pedimos porque, sobre todo, necesitamos a Dios. Las súplicas abren las puertas de una relación más íntima con el Señor”.7
Con el tiempo, nuestras oraciones se convierten menos sobre nosotros y más sobre las “cosas” que brindamos en la presencia de Dios y se convierten más sobre Él. “Al principio”, dice Richard Foster, “somos el objeto y centro de nuestras oraciones, pero dentro del tiempo de Dios y de manera divina una… revolución se forma en tu corazón. Pasamos de pensar en Dios como parte de nuestra vida a darnos cuenta de que somos parte de su vida”.
Cuando esto pasa, comienza la aventura real del amor divino.