¿Cuál es la historia detrás de la fiesta judía de Janucá?
Janucá—la festividad judía que comúnmente comparte espacio en el calendario de invierno con la Navidad—no es la “versión judía” de la tradicional celebración cristiana, aunque a menudo se confunde como tal. Aunque las decoraciones de Janucá se venden junto con los adornos navideños y frecuentemente se intercambian regalos en ambos días festivos, la Navidad y Janucá conmemoran distintos acontecimientos milagrosos.
La historia de la Navidad celebra el nacimiento de Jesucristo, quien los cristianos creen es el hijo de Dios y el Mesías prometido de Israel. Sin embargo, la historia de Janucá precede el comienzo del cristianismo por casi doscientos años. Janucá celebra un milagro previo y menos conocido de Dios en nombre del pueblo judío.
La Historia de Janucá
La historia de Janucá está íntimamente ligada a la historia del templo judío en Jerusalén. El primer templo fue construido por Salomón, el hijo del rey David de Israel y lo inauguraron en 953 AEC.1 Este lugar santo de culto fue totalmente destruido en el año 586 AEC al invadir a los babilonios liderados por rey Nabucodonosor.2
Cuando se empezó a permitir a los judíos regresar del cautiverio en Babilonia, comenzó la construcción de un segundo templo. Fue terminado en el año 515 AEC.3 Este segundo templo estuvo de pie hasta el 70 CE, cuando los romanos lo destruyeron y a la ciudad de Jerusalén.
Sin embargo, en el ínterin, la estructura era profanada por cultos y sacrificios paganos. Durante un tiempo especialmente turbulento de la historia judía, Israel empezó a ser controlado por los sirios. Uno de sus reyes proscribió la religión judía, ordenando a los judíos a adorar dioses griegos en su lugar. En 186 A.C., un ejército sirio masacró a miles de judíos y erigieron altares a Zeus en el templo, donde sacrificaban animales impuros.4
En respuesta a esta profanación, Judas Macabeo tomó acción:
Judas Macabeo y sus seguidores, bajo el liderazgo del Señor, recapturaron el templo y la ciudad de Jerusalén. Derribaron los altares que los extranjeros habían instalado en el mercado y destruyendo los otros lugares de culto que habían construido. Purificaron el templo y construyeron un altar nuevo. Entonces, con el nuevo fuego iniciado al golpear la piedra, ofrecieron sacrificio por primera vez en dos años, quemaron incienso, encendieron las lámparas y partieron los panes sagrados. Después de haber hecho todo esto, se pusieron boca abajo en el suelo y oraron al Señor que nunca permitiera que desastres como estos los volvieran a golpear. . . . Reinauguraron el templo en el vigésimo quinto día del mes de Kislev, el mismo día del mismo mes en el que el templo había sido profanado por los Gentiles. La feliz celebración duró ocho días5
Así nació Janucá, porque “toda la asamblea aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta.”6
El Milagro de Janucá
Ahora podrías estar pensando, es una historia genial, pero no hay nada particularmente milagroso en ella. Bueno, aunque esa es la fundación de Janucá, no es la historia completa. Según el Talmud judío—una vasta colección de leyes judías y tradiciones orales y sus interpretaciones—Judas Macabeo y los otros judíos que participaron en la reinauguración del templo en 165 A.C. fueron testigos de un gran milagro allí.
Muchos de los instrumentos ceremoniales del culto judío habían sido robados cuando el templo fue saqueado. Macabeo ordenó que estos fueran restaurados, incluyendo la menorá simbólica—un candelabro de oro con seis brazos para la quema de aceite. La menorá había sido parte de la adoración judía que comienza con Moisés y el templo del Tabernáculo (el santuario móvil de adoración que presidió al templo de Jerusalén). Siempre se estaba quemando aceite consagrado en el templo, desde el ocaso hasta el amanecer.7
Para limpiar el templo de la profanación del culto pagano y restaurarlo a su uso apropiado, una nueva menorá estaba iluminada con sólo una pequeña cantidad de aceite de oliva consagrado—que era apenas suficiente para una noche. Sin embargo, la luz milagrosamente continuó ardiendo durante ocho días y noches, hasta que llegó un nuevo suministro de aceite.
Es por esto que en la actualidad los tradicionales candelabros de Janucá, llamados januquiá, cuentan con ocho brazos principales.8 (Una novena vela, llamada shamash “siervo,” se usa para encender las demás). Se enciende una vela cada noche para conmemorar las ocho noches llenas de luz. Es aquí también donde Janucá obtiene su segundo nombre, la Festividad de las Luces (también llamada Fiesta de las Luminarias o Lucernarias).
Las Tradiciones de Janucá
Al igual que en la primera celebración de la reinauguración del templo, Janucá se lleva a cabo durante ocho días, empezando en el día veinticinco el mes judío de Kislev (entre noviembre y diciembre). Incluye la iluminación de una de las ocho velas de la januquiá cada noche, junto con la recitación de oraciones especiales recordando la fidelidad de Dios a Israel.
Típicamente se disfrutan alimentos fritos en aceite, incluyendo latkes (o “latkas”) (crepas de verduras, legumbres u otros almidones) y sufganiá (donas redondas rellenas de jalea o crema). Estos manjares fritos están destinados a recordar a los celebrantes la milagrosa provisión de aceite en el templo.
Otras tradiciones de Janucá incluyen un juego de niños que implica una perinola de cuatro lados llamada dreidel. Cada lado del dreidel está inscrita con una letra del alfabeto hebreo. Las letras (nun, gimel, hei y shin) forman un acrónimo que significa Nes Gadol Hayah Sham, que significa “un gran milagro ocurrió allí.” El niño que gira el dreidel recibe un premio de monedas de chocolate envueltas en papel de color oro llamadas gelt (dinero de Janucá), dependiendo de en cuál letra caiga la perinola.
Aunque los regalos no eran originalmente parte de la celebración de Janucá, recientemente—y en particular en América del norte—Janucá “ha explotado a un fenómeno comercial importante, principalmente porque cae cerca o se superpone a la Navidad.”9
La Importancia de Janucá
Aunque Janucá no se considera como una de las fiestas judías más importantes (como Rosh Hashaná, Yom Kipur, Sucot y Pascua), debido a su comercialización y proximidad con la Navidad, es quizás mejor conocida entre las personas que no son judías. Sin embargo, es una festividad rica en tradiciones e imágenes para el pueblo judío. Janucá celebra y conmemora la provisión milagrosa de Dios para ellos—particularmente en tiempos de persecución y de cambio.
Es por eso qué, en esta temporada de recuerdo, los judíos alrededor del mundo se reúnen cerca de las velas ardientes de la januquiá y repiten estas palabras solemnes, antiguas:
Bendito eres tu Adonai, Dios nuestro, Rey del universo, que nos santificó con
sus preceptos y nos ordenó el encendido de la vela de Janucá.
Bendito eres tu Adonai, Dios nuestro, Rey del universo, que hizo milagros a
nuestros patriarcas, en aquellos días en este tiempo.
Bendito eres tu Adonai, Dios nuestro, Rey del universo,que nos mantuvo con
vida, y nos sostuvo, y nos hizo llegar a este momento.10