Evangelizar: Compartir la fe, difundir el Evangelio. ¿Qué significa realmente evangelizar?
Tengo una confesión que hacer: Muy posiblemente soy el evangelista más tímido del mundo. Yo no me despierto en la mañana pensando, “¡Tal vez hoy pueda llegar a compartir el Evangelio!” Conozco a algunas personas así—lo cual es genial—pero yo no soy así. Ni siquiera un poco.
Cuando realmente me siento y pienso en mi indecisión, me doy cuenta, sin embargo, que estoy siendo absurdo. ¿Por qué debería sentir miedo de hablarle a alguien sobre el Evangelio? Esta es la “buena noticia”—¡de hecho, la mejor noticia que alguien podría escuchar jamás! ¿Por qué no querría compartir todo lo que yo creo que se ofrece ahí—el perdón, una relación con Dios, una vida eterna que se dio a través de la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección de la tumba? Después de todo, como cristiano, creo que esto es de “primera importancia.”1
Parte de mi nerviosismo acerca de compartir mi fe proviene de malas experiencias que he tenido. He intentado hablar con miembros de la familia no cristiana acerca de Jesús. Pero en lugar de participar en la conversación, simplemente asienten y luego me ignoran. He hablado con gente que descarta todo lo que digo. Me han dicho que si no llevo al menos a cinco personas a Cristo cada año, no estoy haciendo mi deber como cristiano. Incluso he probado la idea de que podemos compartir el Evangelio sólo por la manera en la que vivimos nuestras vidas—en vano. Al final, tuve vecinos que pensaron que yo era muy agradable, pero no aprendieron nada acerca de Jesús.
Y sin embargo, no utilizo mi timidez como excusa para no compartir mi fe. No puedo ignorar que la Biblia claramente dice que todos estamos llamados a evangelizar.2 De hecho, estoy más seguro que nunca que no sólo puedo, sino que debo compartir la buena noticia con los que me rodean.
Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado? ¿Por qué soy, un espectacular “fracaso” como evangelista (hasta la fecha, no sé si alguna vez he llevado a una sola persona a Cristo), que no se siente desanimado?
Porque finalmente aprendí lo que es evangelizar verdaderamente—y las buenas noticias sobre sus resultados.
La Evangelización tiene el Objetivo de Persuadir
En los últimos años es cada vez más común en las empresas contratar lo que ellos llaman “evangelistas de marca”—hombres y mujeres que defienden con pasión un determinado producto, servicio o plataforma. Su objetivo es persuadirte de que aquello por lo que son tan apasionados es algo por lo que tú también deberías apasionarte.
En verdad, los cristianos no son tan diferentes cuando se trata de hablar acerca de Jesús. No me extraña que Mack Stiles defina evangelización como “enseñar el Evangelio con el objetivo de persuadir.”3 Con sus palabras, los cristianos tratan de convencer a los no creyentes de la verdad del Evangelio. Esperan que a través de este proceso, amigos y familiares lleguen a una nueva vida en Cristo, descubriendo un sentido de alegría y propósito renovado.4
La Evangelización no es una Promoción de Ventas
Al mismo tiempo, la evangelización no es una promoción de venta—a pesar del intento bien intencionado y engañoso de muchos cristianos de tratarlo como tal. Ningún cristiano debe presentar su fe como una garantía de salud, riqueza y grandes relaciones. No debemos hacer afirmaciones superficiales sobre el Evangelio.
Si pensamos en la evangelización como “simplemente un trabajo de ventas donde se debe ganar al prospecto y que firme en la línea punteada para que rece una oración, seguida por una garantía de que es el orgulloso propietario de la salvación,” entonces no hemos captado la idea.5 Y aunque la promesa de una vida mejor suena bien, es una promesa que simplemente no podemos mantener.
Cuando llegué a la fe, mi vida no “mejoró”—se puso más difícil. Inmediatamente, caí en una tormenta gigantesca de conflictos familiares. Me obligaron a apoyar mis convicciones y a luchar por una fe que, en aquel momento, apenas entendía.
Eso, amigos, no es una vida fácil. Pero es una experiencia mucho más común de lo que a muchos de nosotros nos gusta admitir. Cuando somos salvos por Cristo, somos salvados hacia una vida como la de él—una que, inevitablemente, estará marcada tanto por las dificultades como por las bendiciones.
El cristianismo no es un pase gratuito que nos saca de los tiempos difíciles, y es engañoso y destructivo presentarlo así.
Evangelizar es decirle la Verdad a la Gente
Aunque puede parecer un poco un cliché, es cierto: Lo que usamos para persuadirlos es lo que ellos ganan. Por lo tanto, nuestro objetivo en evangelizar no es tentar a otros con cuentos de placer terrenal o incluso una promesa trivial de una eternidad en el cielo. Nuestro objetivo es decir la verdad.
¿Y cuál es la verdad que estamos diciendo?
- Las personas están alejadas de Dios por el pecado.6
- Nuestros pecados demandan el juicio de un Dios.7
- No hay forma de ganar el perdón por medio de nuestros propios esfuerzos.8
- Dios en su misericordia, envió a su primer y único hijo a vivir una vida perfecta en nuestro nombre, a morir en nuestro lugar y a resucitar en la victoria sobre el pecado y la muerte.9
- El sacrificio de Jesús nos ofrece el perdón por nuestros pecados y nos redime ante Dios. Después de aceptar esta oferta, debemos alejarnos de (o arrepentirnos de) nuestros pecados y seguir nuestra relación con Dios.10
- Como cristianos, ya no pertenecemos sólo a nosotros, sino a Cristo. Más que eso, estamos siendo transformados para ser como él.11
- Algún día, Jesús volverá para juzgar a los vivos y muertos. Ese día, todos los que creen en él se unirán a Dios en la nueva creación—una creación que eternamente será libre de pecado, tristeza y muerte.12
Ahora puedes ver por qué los cristianos no ganan muchos concursos de popularidad, ¿no? Pero como Mark Dever lo escribe:
Cuando hablamos del evangelio con las personas, debemos hacerlo con honestidad. Contener partes importantes y difíciles de aceptar de la verdad es empezar a manipular y tratar de vender gato por liebre a la persona con la que estamos compartiéndolo. Así que, independientemente de cómo evangelicemos, no estamos para ocultar los problemas, ignorar nuestros propios defectos, o negar las dificultades. Y no debemos proponer sólo las cosas positivas que imaginamos que nuestros amigos que no son cristianos, actualmente valoran y presentan a Dios como los simples medios por los cuales pueden satisfacer o lograr sus propios fines. Debemos ser honestos.13
La Evangelización es un Acto de Amor
Tal vez estás familiarizado con un vídeo que ha estado rondando por algunos años.14 En dicho video, Penn Jillette, un ateo comprometido, comparte cómo un hombre se acercó a él al terminar uno de sus shows y le compartió el Evangelio. Mientras que Jillette no estaba convencido, sí se sentía emocionado.
Entretanto, él pudo haber ridiculizado al hombre, pero más bien, Jillette vio en este intercambio un acto de amor—y hasta ofreció una severa reprimenda a los cristianos que no evangelizan: “¿Cuánto tienes que aborrecer a alguien para creer que la vida eterna es posible y no decírselos?” preguntó.
Este es un recordatorio importante para nosotros: Evangelizar es un acto de amor. De hecho, como lo escribió J. I. Packer, “La evangelización es la empresa del amor.”15
Le hablamos a la gente acerca de Jesús porque queremos que lo conozcan. Le decimos a la gente cómo pueden restaurar su relación con Dios porque queremos que restauren esa relación. Advertimos a la gente acerca de la ira, el juicio y el infierno porque no queremos que nadie experimente esas cosas.
Y ojalá lo hagamos clara, provechosa, sincera y amablemente—no con condescendencia, arrogancia o crueldad, sino con amor.
La Evangelización no debe ser Temida
Hace algún tiempo, mi esposa y yo estábamos viendo un documental que presentaba algunas ideas bastante inusuales acerca de evangelizar. Una supuesta evangelista fue entrevistada y audazmente proclamó que ella podía hacer que cualquiera viniera a Cristo. Su actitud era petulante e interesada—desafortunadamente parecía estar mucho más preocupada por conseguir muescas en su cinturón de evangelización, que por proclamar correctamente el Evangelio.
Tengo que combatir diferentes mentalidades equivocadas como estas cada vez que hablo acerca de Jesús con alguien. Yo me preocupo. ¿Y si lo hago mal? ¿Qué pasa si la gente no responde? ¿Y si acaso pasa esto? ¿Y si acaso pasa lo otro?
Pero aquí está la verdad. Los “y si acasos” no importan.
- No debemos temer a los hombres.16
- No debemos preocuparnos por lo que vamos a decir porque el Espíritu Santo nos guiará y nos apuntará lo que debemos decir cuándo debamos decirlo.17
- No tenemos que alcanzar resultados. Somos responsables de sembrar la “semilla” del Evangelio, no de hacerla crecer.18
- No deberíamos sorprendernos cuando las cosas se pongan difíciles. Jesús ha prometido que estos tiempos vendrán y que seremos recompensados a medida que perseveramos a través del juicio.19
Cuando comprendemos esto—cuando nos percatamos de que los resultados no dependen de nosotros y que no necesitamos preocuparnos si acaso lo arruinamos—repentinamente la evangelización nos da mucho menos miedo.