¿Qué tiene de malo comer una manzana, de cualquier manera? ¿Y qué tiene que ver con nosotros hoy en día el pecado original?
Adán no era más que un ser humano, esto lo explica todo. No quería la manzana por causa de la manzana misma,1 solo la quería porque estaba prohibida. El error fue no prohibir la serpiente, entonces se habría comido a la serpiente.Mark Twain2
Los primeros capítulos de la Biblia cuentan una historia trágica. Empieza prometedora: los árboles y la luz del sol, aves volando y peces nadando, un hermoso jardín y una pareja para cultivarlo. Pero después de un comienzo feliz, la historia va cuesta abajo rápidamente.
Adán y Eva ignoran las instrucciones de Dios y comen la única fruta que está prohibido para ellos. Sus acciones llevan dolor, sufrimiento y muerte al mundo. Peor aún, la Biblia indica que hemos heredado de ellos esa naturaleza pecaminosa y sus consecuencias.3
Esto es lo que los teólogos han denominado tradicionalmente como “pecado original”.4 Uno lo describió de esta manera: “Todos somos tanto cómplices como molestados por el mal de nuestra raza. Tanto descubrimos el mal como lo inventamos, lo ratificamos y lo extendemos.”5
Qué cuadro tan deprimente. ¿Podría ser verdadero?
Desafiar a Dios
Es cierto que el relato del Génesis sobre Adán y Eva parece un poco exagerado. Pero tanto si creemos que el relato del Jardín del Edén es literal o figurado, quizás todavía puede ser útil. Dejando por el momento a un lado la cuestión de la historicidad, vamos a explorar lo que la narrativa del Jardín podría significar.
De acuerdo con el relato bíblico, Dios dijo específicamente a Adán: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”6 La orden no pudo haber sido más clara.
Pero Adán y Eva neciamente desobedecieron a Dios; fueron engañados por la serpiente, seducidos cuando dijo: “el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.”7 Al desafiar a Dios y comer la fruta, dudaron de Su bondad—Dios debe estar escondiéndonos algo—y retaron Su autoridad—sabemos qué es lo mejor para nosotros más que Dios.
¿Y cuál fue el resultado? La vergüenza, la culpa, el quebrantamiento y, finalmente, la muerte, tal como Dios le había dicho.8
Todo esto plantea una pregunta importante: ¿Por qué nosotros sufrimos las consecuencias de la mala decisión de Adán? En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo escribió: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, y así la muerte pasó a todos los hombres.”9
Eso no parece justo. Nosotros no escuchamos ninguna serpiente ni comimos ninguna manzana. ¿Sufrimos el pecado y la muerte ahora, por algo que dos personas hicieron miles y miles de años atrás?
Pagar las Consecuencias
Seamos honestos: todos somos pecadores. No necesitamos que la Biblia nos lo diga, es bastante obvio. Todo el mundo tiene sus defectos, nadie es perfecto. Todos hacemos comentarios hirientes, sufrimos de orgullo y con frecuencia tratamos mal a los demás.
Con esto en mente, lean el resto del relato de Pablo: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”10 Pablo sugiere que padecemos “muerte” (en este caso, la palabra significa a la vez la separación de Dios y la muerte física) hoy en día a causa de nuestros pecados y no necesariamente a causa de las transgresiones de Adán.
Todos los días seguimos el mal ejemplo de Adán y Eva. Dios les advirtió las consecuencias de una determinada acción. Y sin embargo, desobedecieron.
¿Somos diferentes?
Sabemos las consecuencias de los chismes, el engaño, perder los estribos, la pereza, o participar en la promiscuidad. Pero eso no nos impide hablar de la gente a sus espaldas, manipular los números en el trabajo, sacar nuestras frustraciones ante los miembros de la familia, dejar de lado nuestras responsabilidades o dormir con cualquiera.
La lista podría seguir. Sabemos mejor, sin embargo, parece que no podemos hacerlo mejor.
Parece que, al igual que los que están predispuestos al alcoholismo, nacemos con la propensión al pecado. Pero esto no nos deja fuera del problema. Un alcohólico puede optar por la sobriedad.
Tal vez la mejor explicación de las consecuencias del pecado original es que Adán y Eva representan a toda la humanidad. Es casi como si hubiéramos estado allí en el Jardín e hiciéramos la misma elección.
En otras palabras, todos estamos en este lío juntos. Somos Adán y Eva, ellos son nosotros.11 Y así continuamos experimentando la ruptura que viene del pecado en nuestras vidas.
Buenas Noticias
Pero, cuan sombrío como parezca todo esto, hay buenas noticias. La Biblia también dice que a través de su vida perfecta, su muerte expiatoria por nuestros pecados y su resurrección y la victoria sobre la muerte, Jesús nos ofrece una nueva vida.
El pecado y la muerte no tienen por qué hacer una fortaleza en nuestras vidas. Al seguir a Jesús y poner nuestra confianza en él, podemos llegar a ser las personas para las que Dios nos creó. “Pues”, escribió el apóstol Pablo, “si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”12
Según la interpretación cristiana, a través de la fe y la confianza en Jesús, podemos ser cada uno una nueva creación, perdonados de nuestros pecados y liberados del poder del mal.13 Las consecuencias del pecado original, pueden y van a ser superadas cuando confiemos en el Salvador original.14