Los ateos y los cristianos obviamente tienen creencias diferentes. Pero, ¿son enemigos los ateos y los cristianos?
Un ateo es, por definición, sin Dios. El término “ateísmo” viene de la palabra griega atheos — a que significa “sin” y theos que significa “dios.” El ateísmo es la filosofía de que Dios no existe.
Sencillamente, el ateísmo es lo contrario del teísmo — la creencia en Dios o dioses. Monoteístas como los cristianos creen que hay un verdadero Dios quien creó y gobierna el mundo. También creen que la relación con Dios debe influir grandemente en todo en la vida de uno.
Entonces, ¿los ateos son el enemigo declarado de los cristianos, de los seguidores de Jesucristo que creen que él es el Hijo divino de Dios?
La respuesta es sencilla. No, los ateos no son los enemigos de los cristianos — ciertamente no como una categoría o una clase de personas.
Desacuerdo, no Enemistad
Mientras que el tono del debate religioso en la actualidad puede ser muy rencoroso, tal desacuerdo por sí solo no requiere de dos partidos o facciones que actúen como enemigos, comprometidos con la destrucción uno del otro. Sí, creyentes y no creyentes tienen diferencias fundamentales. Y sí, esas diferencias pueden ser profundamente sostenidas y articuladas con pasión. Ciertamente pueden resultar en estilos de vida y valores divergentes.
Pero también es cierto que los ateos y cristianos individuales podrían tienen mucho en común. Pueden ser miembros de una misma familia o residir en el mismo barrio. Ellos pueden compartir la misma profesión o empleador. Juntos pueden amar a sus amigos, servir a su comunidad, luchar por los derechos de las personas más desfavorecidas, proteger la paz o trabajar por la justicia — todo esto al mismo tiempo que están en desacuerdo sobre la existencia de Dios.
Es posible que aquellos que tienen puntos de vista que discrepan fuertemente, presenten sus argumentos abiertamente y dialoguen con respeto. Algunos pueden ser para ganar una visión nueva por medio de esas tácticas; muchos no lo harán. Pero con estos dos grupos, entre más estén dispuestos a comprometerse honrada y respetuosamente como opositores en lugar de como enemigos, más clara aparecerán sus diferencias — algo que ambas partes desean.
Opositores amistosos pueden hacer lo que a los enemigos les resulta imposible hacer: evitar burlas, rechazar la intolerancia, negarse a participar en retóricas llenas de odio, o escuchar y actuar con bondad.
Evita la Burla
Hace unos años la organización de Ateos Americanos (American Atheists) patrocinó una cartelera en temporada navideña en Times Square en Nueva York. En la pieza aparece una imagen de un Santa Claus arriba de una imagen de Jesucristo crucificado. “Mantén la felicidad,” decía. “Abandona el mito.” (“Keep the Merry, Dump the Myth.”)1
Esta imagen, que fue presentada por todo lo alto, en una de las áreas metropolitanas con más tráfico en Estados Unidos, abiertamente se burlaba del cristianismo en una temporada importante para sus seguidores. El anuncio era desacertado (en el menor de los casos), provocador y mezquino (en el peor de los casos).
Creyentes y no creyentes pueden y deben tratarse unos a otros con respeto. No necesitan burlarse unos de los otros para ganar argumentos en un debate filosófico. Incluso Jesús nunca se burló de los no-creyentes honestos. Él reservaba su indignación más fuerte para los fariseos — una clase poderosa y educada de devotos judíos cuya fuerte devoción los presentaba como rígidos y prejuiciosos.
Rechaza la Intolerancia
Las voces más públicas en el debate entre el cristianismo y ateísmo tienden a ser esas que son más estridentes, extremistas e inflexibles. Ambas partes atribuyen la tolerancia como una virtud, pero la tolerancia no es consentimiento o rendición. Es involucrar a otros con respeto, invitando a hacer preguntas analíticas y fomentando la discusión abierta.
Este es exactamente el tipo de tolerancia que Jesús extendió a sus adversarios a lo largo de su ministerio público. Cuando se enfrentaba a fariseos molestos por sus palabras o acciones, Jesús con frecuencia respondía haciéndoles preguntas. A menudo se abstenía de contestar.
Sin embargo, cuando los derechos de otros estaban en juego, él era inflexible:
Se apoderan de los bienes de las viudas y a la vez hacen largas plegarias para impresionar a los demás. Éstos recibirán peor castigo.2 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado lo hacen dos veces más merecedor del infierno que ustedes.3
Rechaza la Retórica llena de Odio
“Algo malo acerca de los nuevos libros de los ateos es que no sólo dicen que la religión es mala, en realidad estaban diciendo que incluso el respeto por la religión está mal,” dice el autor y pastor Timothy Keller. “Esta es una receta para el desastre y ciertamente no da lugar a un discurso civil en lo absoluto.”4
Retórica irrespetuosa y llena de odio es contraproducente, ya sean carteles ofensivos blandidos por los manifestantes de la Iglesia Bautista de Westboro o referencias a las páginas de algunos de los libros más vendidos como “El Espejismo de Dios” (The God Delusion) de Richard Dawkins. Por ejemplo, manifestantes de Westboro con frecuencia muestran carteles con mensajes dañinos, llenos de odio y muy hirientes, a menudo declarando que Dios aborrece a los homosexuales, a los medios de comunicación y a América.
Por otro lado, el ateo militante Richard Dawkins dice del Dios del Antiguo Testamento, “posiblemente, es el personaje más desagradable de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un controlador insignificante, injusto e implacable; un limpiador vengativo, sanguinario étnico; un misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, un “bully” (intimidador) caprichosamente malévolo.”5
Ambos enfoques son improductivos y no permiten fomentar la conversación abierta y honesta. Estas tácticas son perjudiciales al discurso respetuoso y razonable.
Escucha bien
El escritor de Proverbios dice, “Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar.”6 Pero demasiado a menudo hacemos eso. Cuando los intercambios entre los cristianos y los ateos se cargan de emoción, es aún más difícil escuchar.
Frecuentemente asumimos que sabemos lo que la otra persona va a decir, y respondemos en base a esa suposición. Dar nuestra opinión antes de reunir los hechos o escuchar el argumento de la otra persona nos abre a muchas clases de problemas, incluyendo “el disparate y la vergüenza.”
Opositores sabios escuchan cuidadosamente los argumentos de la oposición — no simplemente para refutarlos sino para entenderlos. El autor y experto en comunicaciones, Tim Muehlhoff, escribe, “Considerar que escuchar a otra persona es innecesario es transmitir la idea de que la otra persona es inferior y que su perspectiva no es importante; que lo que importa es lo que nosotros tenemos que decir.”7
Escuchar] Poco polariza más que una negativa a escuchar.
Actúa con Amabilidad
Es posible que actuemos de manera amorosa y caritativa con quienes no estamos de acuerdo, incluso cuando tenemos una fuerte diferencia de opiniones. “El hombre que está de acuerdo con nosotros en que alguna pregunta, poco considerada por otros, es de gran importancia, puede ser nuestro amigo,” escribió C. S. Lewis. “No necesita coincidir con nosotros con alguna respuesta.”8
Cuando nos tratamos unos a los otros con respeto y nos concentramos en nuestras preguntas comunes, es posible un diálogo real. “El diálogo es para el amor lo que la sangre es para el cuerpo,” escribe Reuel Howe. “Cuando se detiene el flujo de sangre, el cuerpo muere. Cuando el diálogo se detiene, el amor muere y surgen el resentimiento y el odio. De hecho este es el milagro del diálogo: puede hacer nacer una relación.”9
El Verdadero Enemigo
Podemos catalogar a nuestros adversarios como enemigos y tratarlos como tal, o, como cristianos, podemos optar por seguir el camino de Jesús. Podemos amar a nuestro prójimo y considerar que nuestro verdadero enemigo es el diablo. “Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!”10
A medida que intentamos compartir la verdad y la belleza del Evangelio con aquellos que no creen, nuestras palabras pueden matar, o pueden dar vida.11 La elección es completamente nuestra.