¿Quién creó a Dios?

¿Quién creó a Dios?

Todo en la tierra tiene una causa, un creador. Pero, ¿qué pasa con Dios?

Sucedió hace unas dos semanas. Mi hija menor hizo una de esas preguntas. No se trataba de una cuestión moral compleja o de un acto violento que haya visto en las noticias. Ni siquiera fue el temido “¿De dónde vienen los bebés?” Esta vez, fue teológica. Inesperadamente, me preguntó: ¿Cuándo nació Dios? ¿Quiénes eran sus padres?”

Fui rápido en responder: “Bueno, celebramos su nacimiento cada Navidad. Ya conoces la historia, ¿verdad?”

Mi hija disparó de vuelta: “No, no, Jesús. Hablo de Dios. ¿De dónde vino Dios? ¿Quién creó a Dios?”

Me atrapó. El cambio de Jesús a Dios no había funcionado. Pude haberlo intentado de nuevo, pero entonces hubiera tenido que tratar de explicar la Trinidad a una niña de seis años. Ni siquiera estoy seguro de poder explicar la Trinidad a una persona de cuarenta y seis años. Así que, ahí permanecí sentado, conduciendo una minivan llena de niños, todos esperando mi respuesta a una de las preguntas filosóficas más grandes que jamás me hayan preguntado: si realmente hay un Dios que creó todo en el mundo, entonces, ¿quién creó a Dios?

El Problema de las Tortugas

No podemos contestar esta pregunta con certeza. Pero existen algunas posibilidades. Una respuesta posible es que alguien o algo creó a Dios. Sin embargo, esto plantea interrogantes sobre lo que significa ser Dios, con D mayúscula, en primer lugar.1 Si antes de Dios existió algo y a su vez lo creó, entonces Dios ya no es Dios.

Parte de su trabajo—al menos en la manera en que lo concebimos—es ser el creador omnipotente, eterno, preeminente. Pero si algo o alguien creó a Dios, esto significa que: 1) hubo un tiempo en el cual Dios no existía y 2) hay un ser aún más poderoso y preeminente que él. Entonces él ya no es Dios.

Pero hay un problema aún mayor. Si la respuesta a “¿Quién creó a Dios?” es “un conejo gigante lo hizo,” entonces la nueva pregunta sería, “¿Quién creó al conejo gigante?” Si la respuesta es “una ráfaga de energía,” entonces la pregunta es, “¿Qué causó la explosión de energía?” Si la respuesta es “una reacción química” o “un proceso biológico” o “un fenómeno astrofísico,” entonces la pregunta es, “¿Qué causó esto?” Y así sigue y sigue el problema.

William James, un filósofo americano, una vez dio una conferencia sobre cosmología. Posteriormente, “una pequeña ancianita” dijo que su teoría sobre el sistema solar estaba equivocada. En cambio, aseguró, "Vivimos en una corteza de tierra que se encuentra en la parte trasera de una tortuga gigante.”

James respondió, “¿Sobre qué se sostiene esa tortuga?”

“Es usted un hombre muy inteligente, Sr. James,” respondió ella, “pero la primera tortuga se encuentra en el caparazón de una tortuga más grande.”

“¿Pero en qué se sostiene esta tortuga más grande?” Persistía James.

La viejecita se jactó de modo triunfal, “es inútil, Sr. James—son tortugas hasta el final.”2

El Punto Decisivo de la Cuestión

Es una historia absurda (y probablemente ficticia). Sin embargo, demuestra la profundidad del problema. La pregunta no puede responderse simplemente afirmando que algo o alguien creó a Dios. Asumido, muchos piensan que toda esta discusión subraya, para empezar, lo absurdo de creer en Dios. Otra posible solución es sugerir que nuestras ideas acerca de Dios son fantasías y la religión es sólo una construcción humana y un mecanismo de afrontamiento.3

Pero hagamos a un lado la idea de Dios y el problema simplemente no desaparece. El quid de la cuestión permanece en estos tipos de preguntas:

  • ¿Cómo y cuándo comenzó el universo?
  • ¿Qué o quién creó el universo?
  • ¿Qué causó el Big Bang?
  • ¿Qué existía antes del Big Bang?
  • ¿Cómo dieron comienzo el tiempo y el espacio?

Estas son preguntas extraordinariamente complejas que los científicos y los filósofos han debatido durante miles de años.4 Y argumentando que Dios no existe no elimina el problema de la regresión infinita. Aún nos queda intentar determinar la causa precedente de cada acontecimiento histórico yendo hacia atrás en el tiempo, infinitamente.

Bajo la luz de estas preguntas, una de las soluciones más útiles se encuentra en volver a la idea de lo que significa ser Dios.

Necesario y Contingente

Los seres humanos somos seres contingentes. Nuestra existencia depende de factores externos o de otros seres. Necesitamos aire para respirar; alimento y agua para nutrirnos; y, en muchos casos, compañerismo o propósito para tener una vida significativa.

Como infantes, requerimos de cuidadores; si nos hubieran dejado solos ninguno de nosotros habría sobrevivido. Más fundamentalmente, nuestra existencia está totalmente supeditada a nuestros padres. Ninguno de nosotros podría existir no si fuera por la existencia de otros seres.

Pero, ¿acaso la cadena de contingencia va infinitamente hacia atrás? Si cada ser en el universo fue creado por y es dependiente de la preexistencia de otro ser (o seres), entonces ¿cómo podemos explicar cómo llegamos aquí? ¿Acaso son seres contingentes hasta el infinito, como “las tortugas hasta el final”?

Sabemos que esta regresión infinita no funciona lógicamente. Si el tiempo y la causalidad se estiran hacia atrás hasta el infinito, nunca hubiéramos llegado al momento actual.5

La mejor explicación es que, en algún lugar del camino, hay un ser que no es contingente. Este ser es necesario. Ser necesario significa que la existencia de uno no es dependiente de nada más. En otras palabras, este ser es auto-originado y auto existente. Esta ser a menudo es considerado Dios.6

Incluso J. L. Mackie, un filósofo ateo preeminente, reconoce que la idea de un ser necesario proporciona una respuesta robusta para la difícil pregunta que tenemos ante nosotros:

Cada cosa en el mundo es contingente. . . . El mundo como un todo, siendo una colección de estas cosas, es por lo tanto contingente en sí mismo. . . . Debe haber una razón suficiente para el mundo que es distinta además del mundo. Esto tendría que ser un ser necesario, que contiene su propia razón suficiente para existir. Brevemente, las cosas deben tener una razón suficiente para su existencia, y esto debe ser encontrado en última instancia en un ser necesario. Debe haber algo libre de la enfermedad de la contingencia, una enfermedad que afecta todo en el mundo y al mundo como un todo, incluso si es infinito en tiempo pasado.7

Somos sus Descendientes

Este entendimiento ve a Dios como el origen de la vida y de la existencia misma. Dios no fue creado; Él es la fuente de toda la creación. Independientemente de que este sea el mismo Dios descrito en la Biblia, Corán, o cualquier otra sagrada escritura, esa es otra discusión. Pero por lo menos uno de los primeros judíos cristiano lo pensaba. El apóstol Pablo creía que los teólogos, filósofos y artistas podían llegar a la misma respuesta acerca de Dios el creador. Una vez se lo dijo a una multitud de oyentes griegos:

El Dios que creó el mundo y todo en él es el Señor del cielo y la tierra y no vive en templos construidos por manos humanas. Y él no es servido por manos humanas, como si necesitara algo. Por el contrario, él da la vida a todos y aliento y todo lo demás. . . . “Puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes.”8

Para Pablo, Dios no era un Creador distante, sino nuestro Creador.

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  1. Algunas religiones han postulado la existencia de muchos dioses, cuyos poderes son limitados y cuyas existencias no son eternas. Siguiendo la costumbre popular, estos dioses son descritos como dioses “con ‘d’ minúscula.” Muchas personas en el mundo creen en la idea de un ser preeminente que es eterno y todopoderoso sobre todos los otros dioses, seres, creación y existencia. Aunque diferente gente usa diferentes nombres para describir a este ser, la palabra “Dios” se usada en este artículo por conveniencia.
  2. Esta es una versión de la historia, que puede ser apócrifa. Stephen Hawking comienza su trabajo popular A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes con otra versión. Véase Stephen Hawking, A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes (Nueva York: Bantam Books, 1988), 1.
  3. Sigmund Freud famosamente presentó este punto de vista de la religión en The Future of an Illusion (Nueva York: Norton, 1961). El libro fue originalmente publicado en 1927.
  4. Recientes intentos de responder a estas preguntas incluyen a Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, The Grand Design (Nueva York: Bantam Books, 2010); Max Tegmark, Our Mathematical Universe: My Quest for the Ultimate Nature of Reality (Nueva York: Knopf, 2014); Simon Singh, Big Bang: The Origin of the Universe (Nueva York: HarperCollins, 2004); Lloyd Geering, From the Big Bang to God (Salem, OR: Polebridge Press, 2013).
  5. Esta idea es conocida como el argumento Kalam. Véase la discusión del punto de vista de un filósofo cristiano en J. P. Moreland, Scaling the Secular City: A Defense of Christianity (Grand Rapids, MI: Baker, 1987), 18–42.
  6. Gottfried Wilhelm Leibniz, un brillante matemático y filósofo de la Ilustración primero popularizó este argumento sobre Dios como un ser necesario. Véase “Gottfried Wilhelm Leibniz,” Stanford Encyclopedia of Philosophy, última actualización 24 de junio de 2013, http://plato.stanford.edu/entries/leibniz/#ExiGod.
  7. J. L. Mackie, The Miracle of Theism: Arguments For and Against the Existence of God (Oxford: Clarendon Press, 1982), 82.
  8. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999, Hechos 17:24–25, 28. De hecho, en este versículo Pablo cita a filósofos no cristianos reconocidos y respetados.
  9. Crédito de Foto: Marcel Ter Bekke / Stocksy.com.