Ser cristiano significa seguir a Jesús. Bien, ¿qué significa seguir a Jesús?
En 1978, Michael H. Hart, astrofísico e historiador, publicó un libro controversial llamado Los 100: un “ranking” de los cien personajes más influyentes de la historia.1 Como era de esperar, Jesucristo apareció en la lista. Hart causó cierta conmoción entre los lectores cristianos, por clasificar a Jesús en tercer lugar, detrás de Muhammad y Sir Isaac Newton.
Hart reconoció que las enseñanzas de Jesús eran “sin duda unas de las más notables y originales ideas éticas jamás presentadas”.2 Sin embargo, continua: “Si ellas fueran ampliamente seguidas, no habría dudado en ubicar a Jesús en el primer lugar del libro.”3 En opinión de Hart, la influencia de Jesús en el mundo ha disminuido considerablemente por aquellos que dicen seguirlo, pero no obedecen sus enseñanzas.
Entonces, ¿qué significa para uno “seguir a Jesús”?
Una Invitación
Con frecuencia, Jesús se encontraba con gente que tenía preguntas espirituales. Querían saber cómo vivir la vida más plenamente; querían conectarse con Dios; querían amar a los demás con mayor profundidad y autenticidad; querían saber sobre la muerte y la vida eterna; querían experimentar el perdón de Dios por sus fracasos y pecados; querían entender cómo orar, cómo adorar, cómo entender las palabras de las Escrituras.
Para todos ellos, con frecuencia, Jesús les ofreció una simple invitación: “Sígueme”.4
¿Qué quiso decir con eso? Para aquellos a quienes les habló directamente en los tiempos bíblicos, a menudo, era bastante literal. Los invitaba a ir con él, a estar con él en el camino a través de Palestina, enseñando y sanando. Pero la iglesia antigua conservó estas historias dentro de la Biblia con la sensación de que las palabras de la invitación se extenderían a personas de todas las épocas.
La invitación se ofrece como una oportunidad para aprender de Jesús a vivir auténticamente. La hermosa vida que Jesús tuvo, marcada por un amor a Dios apasionado y compasión por la gente, es algo de lo que podemos aprender. La humildad y el perdón son rasgos que podemos desarrollar. Las prácticas de oración y adoración pueden cultivarse.
Pero necesitamos un maestro y un ejemplo. Jesús se ofrece a asumir ese papel en nuestras vidas.
Un Maestro
Si quisiéramos aprender a hacer algo bien, un oficio o habilidad, tendríamos que ser aprendices de un maestro. Pasaríamos tiempo con él; lo observaríamos; dejaríamos que nos enseñe y nos corrija; buscaríamos parecernos a él. Artesanos, artistas y atletas por igual afinan y perfeccionan sus habilidades siguiendo este camino.
El fallecido Dallas Willard, profesor de filosofía en la Universidad del Sur de California, comparaba seguir a Jesús con convertirse en aprendiz de un maestro: “Un discípulo, o aprendiz, es simplemente alguien que ha decidido estar con otro, en condiciones adecuadas, para llegar a ser capaz de hacer lo que esa persona hace o convertirse en lo que esa persona es.”5
Así que, ¿qué hacer si se desea aprender a vivir bien la vida? ¿Ir a donde se quiere vivir de una manera que corresponda a la forma en que Dios creó a los seres humanos para que vivieran? Buscaríamos el ejemplo de una vida que se haya vivido de esa manera. Esto es lo que Jesús ofrece, cuando dice: “Sígueme”.
Un Discípulo
Willard escribió sobre la naturaleza de ser un aprendiz para Jesús: “En primer lugar, debemos tener en cuenta que ser un discípulo o aprendiz de Jesús es algo muy definido y obvio. Hacer un misterio de ello no es entenderlo. No hay ninguna buena razón por la cual las personas deban siempre dudar si son sus alumnos o no.”6
Lo que significa seguir a Jesús—para ser su aprendiz en cómo vivir la vida— es entonces relativamente sencillo. En primer lugar, significa que hemos llegado a desear la vida que ofrece. Hemos determinado que Jesús es quien dice ser y que es la fuente de la sabiduría y el conocimiento que estamos buscando.
En los relatos bíblicos, Jesús usa el hambre y la sed para describir nuestros anhelos espirituales y se presenta como el pan y el agua de la vida.7 Seguir a Jesús comienza con la fe o la confianza en él y en sus promesas, como se haría con cualquier profesor.
En segundo lugar, seguir a Jesús significa estar con él. Esto no es un curso en línea. Los cristianos creen que Jesucristo murió por los pecados de la humanidad, pero que también fue resucitado de entre los muertos y por lo tanto sigue estando personalmente a disposición de sus seguidores, disponible para ser conocido y experimentado. Sentimos su presencia y escuchamos su voz a través de prácticas como la oración, la adoración y la lectura de la Biblia. Estas prácticas nos permiten estar intencionalmente con nuestro maestro y así aprender a seguirlo.
En tercer lugar, seguir a Jesús significa aprender a obedecerle. En última instancia, ¿cuál es el punto de tener un profesor experto, si uno no hace lo que dice? No seguimos a Jesús pidiéndole, de vez en cuando, un consejo porque padecemos dolor, sino confiando en él como la fuente de la sabiduría de la que queremos aprender. Veamos algunas palabras de Jesús:
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.8
Una Directiva
El propósito de este aprendizaje, como Willard observa a menudo, no es vivir la vida que Jesús vivió. Eso ya se ha hecho y nunca podríamos ser perfectos como lo fue Jesús. El objetivo es aprender a vivir la vida real y presente con todas sus responsabilidades, relaciones y roles como Jesús la viviría si fuera la suya.9
¿Cómo podría uno empezar la aventura de seguir a Jesús en el siglo XXI? Hay que iniciar preguntando. A menudo, los cristianos piden a Jesús que les ayude a verlo más claramente y conocer su realidad. Esta es una manera de expresar el deseo de aprender lo que Jesús tiene que enseñarnos sobre la vida en el reino de Dios.
Luego, empezar a usar todos los medios disponibles para aprender más acerca de Jesús y comprender sus enseñanzas. Leer los cuatro Evangelios—Mateo, Marcos, Lucas y Juan— es un buen punto de partida para llegar a conocer más plenamente a Jesús y sus caminos.
El último paso es tomar una decisión. Decidimos seguir a Jesús; nos hacemos aprendices de nuestras vidas con él; nos comprometemos a escucharlo, a obedecerlo y le permitimos dar forma a nuestras vidas.
Nadie sigue a Jesús de manera perfecta. Pero con el tiempo, el discípulo comienza a reflejar la influencia de su maestro.