Fe y Ciencia, ¿Cuál es la Correcta?

Fe y Ciencia, ¿Cuál es la Correcta?

En la guerra entre la ciencia y la religión, ¿qué lado es el correcto?

La ciencia y la religión no se pueden reconciliar (…) La religión ha fallado, y sus fallas deben ser expuestas. La ciencia (…) debe ser aceptada como rey.Peter Atkins1

Las palabras del químico británico Peter Atkins expresan la idea de que fe y ciencia son enemigos mortales. Cada una amenaza con devorar a la otra. Solo una de ellas puede ganar.

La ciencia—en particular la ciencia evolucionista—ha hecho que creer en Dios sea equivocado. La fe religiosa es un retroceder a un pasado intelectualmente primitivo, anticientífico. Una vez creímos en Dios porque no teníamos nada más que iluminara los oscuros lugares de nuestra ignorancia. Pero a medida que aumenta el conocimiento científico, Dios se encoge hasta que—según este argumento—se marchitará a la no existencia.

Segun dijo Carl Sagan:, “A medida que la ciencia avanza, parece haber cada vez menos para que Dios haga (…) Cualquier cosa que no podemos explicar a la larga se le atribuye a Dios (…) Y entonces, después de un tiempo, lo explicamos, así que ya deja de ser del ámbito de Dios”.2

¿Pero es eso cierto? ¿Ciencia y religión son mutuamente excluyentes? ¿O tal vez podría haber una relación más complementaria en juego?

Fe versus Ciencia

Si el conocimiento científico reemplaza a la fe religiosa, sería de esperar que fuera muy difícil encontrar científicos ejemplares que crean en Dios. Pero no es ese el caso.

Copérnico, Kepler, Pascal, Galileo, Faraday y Newton son algunos de los científicos más afamados de la historia, y todos ellos eran teístas. Su fe en Dios no impidió ni amenazó sus emprendimientos científicos. Podría decirse, por mínimo, que lo contrario ha resultado cierto.

Por ejemplo, Robert Boyle (fundador de la química moderna) defendió que el estudio de la ciencia solo aumentaría nuestra maravilla ante la manera en que Dios ordenó la creación.3 Entonces, lejos de suponer una amenaza para la fe, la ciencia alimentó estas convicciones teístas. Y lejos de suponer una amenaza para la ciencia, la fe motivó esta curiosidad científica.

Hoy en día, hay varios ejemplos de científicos excepcionales cuya creencia en Dios coexiste de manera productiva con el emprendimiento científico. Pensemos en Francis Collins, ex jefe del Proyecto Genoma Humano, el ganador del Premio Nobel Antony Hewish, o el destacado botánico Sir Ghillean Prance, quien dijo: “Todos mis estudios en ciencia (...) han confirmado mi fe”.4

Stephen Jay Gould, el fallecido científico y evolucionista de Harvard que era ateo, concluyó: “O la mitad de mis colegas son tremendamente estúpidos o bien la ciencia del Darwinismo es totalmente compatible con las creencias religiosas convencionales, e igualmente compatible con el ateísmo”.

Muchos creyentes sostienen una postura similar: la ciencia no refuta la existencia de Dios ni su participación en la creación y el sostenimiento de nuestro mundo, al igual que las creencias religiosas no refutan los descubrimientos de la ciencia.

Entonces parecería que tal vez la ciencia y la fe religiosa pueden ser entidades compatibles. Quiero sugerir que este es el caso porque, en su mayor parte, están formulando preguntas complementarias antes que contradictorias.

Cuestiones de Significado y Propósito

Hay muchas preguntas que la Biblia no aborda, preguntas que son abordadas por la ciencia de manera maravillosa. La Biblia no me dice cómo hacer una vacuna contra la polio, lanzar un satélite al espacio o poner la superficie a una pelota de tenis.

Al mismo tiempo, hay muchas preguntas que abordó Jesús y que no son abordadas por la ciencia, ni tampoco podrían llegar a serlo. Eso no es un error en la ciencia; es apenas el reconocimiento de que hay límites sobre lo que puede decirnos. Steve Jones, profesor de genética en University College London y ateo, lo expresó así: “La ciencia no puede responder las preguntas que formulan filósofos y niños: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el objetivo de estar vivo? ¿Cómo debemos comportarnos?"5

Las preguntas de significado y proposito no se pueden abordar a través de descubrimientos científicos, con todo lo magníficos que sean.

El científico John Lennox ofrece una ilustración atípica para esto.6 Imaginemos, dice él, que la Tía Matilde hizo pastel. Y que lo hizo por un propósito en particular.

Ahora, hay muchísimas cosas que los científicos podrían decirnos sobre el pastel. Los científicos de nutrición nos pueden decir la cantidad de calorías del pastel y su efecto nutricional; los bioquímicos pueden hablarnos acerca de la estructura de las proteínas y de las grasas; los químicos pueden decirnos acerca de los elementos involucrados y de cómo se unen; los físicos pueden analizar el pastel en términos de partículas fundamentales; los matemáticos nos pueden dar un hermoso conjunto de ecuaciones para describir la conducta de esas partículas.

¿Pero acaso eso satisface todas nuestras preguntas?

Sí, sabemos cómo se compone el pastel. Sabemos todo acerca de las partes que lo constituyen y de la manera en que se relacionan entre sí. Ningún poder superior nos dijo nada de eso: lo hizo la ciencia. ¿Pero pueden nuestros científicos decirnos por qué se hizo el pastel?

Sólo quien lo creó—en este caso, la Tía Matilde—lo sabe. Y mientras ella no nos revele esa información, no habrá ninguna cantidad de genio científico capaz de descubrirlo.

Preguntas Que la Ciencia no Puede Indagar

Una cosa es escuchar al creador de un pastel. Pero imaginémonos por un momento que hay un creador del mundo. ¿Cómo sería escuchar a esa entidad hablar acerca de por qué él o ella lo hizo: nos hizo? Imaginémonos por un momento que sí hay un Dios. Estaríamos en condiciones de obtener respuestas—respuestas definitivas—a nuestras preguntas más profundas. Las preguntas que la ciencia no puede indagar.

La afirmación hecha por Jesus es exactamente eso. Él afirma ser nuestro Creador venido a la tierra.

El libro de los Hebreos en la Biblia dice que Jesús es "el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa".7 Él es nuestro Creador, que nos visita en la historia de espacio-tiempo, y nos explica nuestras vidas de la manera que solo puede hacerlo nuestro Creador.

No hay necesidad de abandonar la curiosidad científica para creer en Dios. De hecho, yo los animaría a atender sus instintos científicos y seguir la evidencia donde sea que ésta los lleve, incluso si los lleva a algún lugar inesperado.8 De igual manera, tú no tienes que renunciar a tu creencia en Dios para explorar lo que la ciencia ha descubierto acerca de nuestro mundo. Inténtalo, y probablemente encuentres que ambas pueden coexistir en armonía.

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  1. Peter Atkins, “The Limitless Power of Science,” in Nature’s Imagination: The Frontiers of Scientific Vision, ed. John Cornwell (Oxford: Oxford University Press, 1995), 125.
  2. Carl Sagan, The Varieties of Scientific Experience: A Personal View of the Search for God (Nueva York: Penguin Group, 2007), 64.
  3. Michael Hunter, “Robert Boyle: An Introduction,” Birkbeck College, University of London, accesible en http:||www|bbk|ac|uk/boyle/boyle_learn/boyle_introduction.htm, visitado el 27 de agosto de 2013.
  4. Citado en John C. Lennox, God’s Undertaker: Has Science Buried God? (Oxford: Lion Hudson, 2009),15.
  5. Steve Jones, The Language of the Genes (Londres: Flamingo, 2000), xi.
  6. Lennox, 41.
  7. La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 2011, Hebreos 1:3
  8. Un buen lugar para comenzar serían los registros históricos de la vida de Jesús: Mateo, Marcos, Lucas o Juan.
  9. Crédito de Foto: motorolka / Shutterstock.com.