No podemos probar o negar la existencia de Dios. ¿Cómo podemos saber si existe?
La historia es una historia escrita por el dedo de DiosC. S. Lewis
La hipótesis de dios está más bien desacreditadaFrancis Crick
Mucho antes de que Galileo enfocara su telescopio hacia las estrellas, hombres y mujeres ya habían empezado a cuestionarse acerca de su propio origen y de la existencia de Dios. Las respuestas para estas preguntas han sido tan diversas como las personas mismas que las formularon.
Muchos han atribuido sus vidas a un cierto tipo de ser supremo o Dios. Pero cada vez con más frecuencia a medida que la sociedad progresa, esta visión teísta está siendo desafiada y rechazada sobre bases científicas.
Francis Crick, un biólogo molecular ganador del Premio Nobel, ingresó al campo de la ciencia con la intención de probar que no existe un Dios.1 Y con su descubrimiento -que marcó un hito- de la molécula de ADN en 1953, creyó haber encontrado la evidencia para esta premisa. Si todo puede ser explicado por la ciencia, no hay necesidad de adjudicar nada a Dios.
Carl Sagan enfatizó este proceso de pensamiento. “A medida que avanza la ciencia, parece que cada vez hay menos que hacer para Dios... Lo que sea que no podamos explicar al final es atribuído a Dios... Y entonces, después de un tiempo, le damos una explicación, y por lo tanto ya no es más del dominio de Dios."2
Contrario a esta visión encontramos a C. S. Lewis, el filósofo, prolífico autor y ateo convertido en teísta. Lewis sugirió que Dios es el autor de la vida. Durante gran parte de su propia vida, Lewis estuvo "muy enojado con Dios por no existir", y escarbó en el ocultismo y el ateísmo.3 Y sin embargo después de veinte años de ser antagónico frente al teísmo, su mente y su corazón empezaron a cambiar. Finalmente, él "cedió y admitió que Dios era Dios y se arrodilló y oró."4
Realidades Opuestas
¿Cómo pueden estos hombres, todos altamente respetados y consumados en sus campos de estudio, llegar a conclusiones tan distintas sobre algo tan fundamental?
El problema es, por supuesto, que es completamente imposible demostrar o refutar la existencia de Dios. De hecho, lo único que podemos hacer es señalar evidencia a favor o en contra de una postura en particular.
Y sin embargo también hay muchas cosas que todos nosotros -ateos o teístas- tenemos en común que potencialmente podrían señalar la presencia de algo más grande que nosotros mismos.
Moralidad
La mayoría de la gente opera a partir de un conjunto de principios morales muy arraigados. Aquellos que disputan la existencia de Dios adhieren a este código moral sin una base objetiva de por qué algunas cosas son “correctas” y otras son “incorrectas”. Pero la simple afirmación de que hay conductas correctas y erradas implica inevitablemente que existe algún tipo de estándar superior que define lo que es bueno y lo que es malo.
Por ejemplo, la mayoría de la gente diría que está mal robar la cartera a una mujer. Sin importar las circunstancias que rodeen la acción del ladrón, existe un estándar moral básico en operación. Algo en nosotros dice: "Tomar lo que no es nuestro está mal".
¿De dónde sacamos este estándar de moral? Dentro de muchas religiones, nuestra idea de bien y mal proviene de un Dios que creó el mundo y estableció el orden moral.
Belleza
Si has tenido una reacción fuerte cuando escuchas una canción, admiras una obra de arte o una puesta de sol, entonces tal vez has experimentado una pista que apunta hacia la existencia de un ser sobrenatural.
Nuestra reacción a la belleza -aunque en parte es un evento químico y psicológico- es más que sólo el cálculo de datos de nuestro cerebro. Una combinación de colores en una tela, las notas ascendentes e in crescendo en una partitura, la vista desde la cima de una montaña elevada... todo esto despierta algo profundo dentro de nosotros. Podemos hallarnos con una sensación de humildad motivada por la inmensidad del cosmos o encontrar paz en la inocencia de un niño que duerme.
La manera en que experimentamos la belleza -sea en la naturaleza, el arte u otra persona- revela una sensación aparentemente inevitable de que hay algo más grande, algo más que nuestra propia existencia.
Deseo
La mayoría de las personas estarían de acuerdo que por cada deseo que sentimos, existe algo en el mundo que lo satisface, así como una razón para que nosotros tengamos esa sensación en primer lugar. Experimentamos hambre porque existe alimento y debemos comer para vivir; deseamos sexo porque el sexo existe y debemos reproducirnos; anhelamos compañía porque existen otras personas y los humanos son criaturas sociales. Para todo deseo existe una realidad objetiva correspondiente. No deseamos aquello que no existe.
Y sin embargo, queremos algo más. Es una experiencia universal que trasciende el tiempo, la geografía y la cultura. Esa sensación después de una situación particularmente difícil o una semana monótona, un monólogo interno nos suspira: “Espero que esto no sea todo lo que hay”.
C. S. Lewis lo resumió de esta manera: “Si descubro dentro de mí un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que yo fui hecho para otro mundo”.5
¿Podría ser que anhelamos un propósito y una plenitud porque hay un propósito y una plenitud que encontrar en un ser sobrenatural como Dios?
La Batalla Entre la Ciencia y la Fe
Vale la pena mencionar en un sentido más amplio la batalla que se libra entre la ciencia y la religión. A medida que se refuerza nuestra comprensión de la ciencia, sucede igual con la aseveración de que los hechos hacen que la fe sea superflua. Ciencia y religión llevan décadas enfrentadas. Pero, ¿por qué?
¿Acaso la afirmación de la ciencia de que el universo se creó a partir del Big Bang anula las creencias de aquellos que adhieren a la noción de que Dios orquestó cada evento en la historia? En realidad, no. Simultáneamente, ¿la creencia de una persona en la obra de Dios niega la verdad de la ciencia detrás de la creación? Para nada.
La ciencia y la religión no son mutuamente exclusivas. La verdad de una no descarta simple y holísticamente la verdad de la otra.
Al Final
Todo se reduce al infortunado hecho de que no podemos probar ni refutar la existencia de Dios. Cosas como la belleza y la moralidad pueden indicarnos que hay algo más, pero no demuestran nada.
Todos somos criaturas complejas en un mundo complejo, luchando con las mismas preguntas fundamentales. Al final, cada uno de nosotros debe elegir tomar estos datos, digerirlos y tomar una decisión informada. ¿Existe un Dios, o no?
¿Tú qué piensas?