El cambio es difícil—especialmente el cambio interno. Aquí hay algunos conocimientos en cómo crecer espiritualmente.
¿Has notado que es difícil hacer cambios en tu vida? Bajar de peso, dejar de fumar, comenzar un programa de ejercicio… La mayoría iniciamos e intentamos adaptarnos cuando queremos realizar estas cosas. Y es lo mismo cuando se trata de hacer cambios externos. Pero, ¿alguna vez has tratado de convertirte en algo más, algo más profundo, en el interior?
Este tipo de esfuerzos no los promueven en anuncios de televisión o en las páginas de Facebook. Vemos lo contrario. Nos ofrecen pastillas y accesos directos a los cambios externos que se nos garantiza nos harán felices. Pero nadie vende un desodorante o cereales que hagan del consumidor una mejor persona.
La realidad es que pocas personas hacen esfuerzos para cambiar desde adentro hacia afuera y, quienes lo hacen, encuentran que, en comparación, perder cincuenta libras es simple, incluso fácil. El cambio externo es difícil, pero la verdadera transformación interna es un logro monumental.
El Ser Interno
Podemos pensar en los cambios internos como cambios “espirituales”. Por “espiritual” quiero decir simplemente la parte no física de la vida humana, nuestra vida interior. A pesar de que la vida interior se conecta integralmente con el cuerpo, la mayoría lo consideraríamos separados.
Por ejemplo, podría referirme a “mi cabeza” o “mi mano”, pero, ¿quién es el “yo” al que pertenece esa cabeza o esa mano? De la misma manera, me refiero a “mí mismo”, a mi ser interior, como una realidad con la que Yo me enfrento constantemente. ¿Y quién es el “yo”, a quien pertenece este mí mismo?
Encontrar el lenguaje correcto es difícil y confuso, pero la mayoría de nosotros estamos familiarizados con la dimensión espiritual, interior, no física de nuestras vidas y desde la cual nuestras vidas exteriores parecen estar gobernadas.
Un Cambio en el Corazón
De hecho, mientras más conocimiento tengamos de nuestra dimensión interior, será más probable que deseemos que sea diferente.
¿Y si yo fuera más cariñoso? ¿Menos egoísta? ¿Menos crítico? ¿Menos demandante? ¿Más humilde? ¿Más compasivo? ¿Más paciente? ¿Más amable? ¿Más suave? ¿Más disciplinado? ¿Más honesto? ¿Más generoso? ¿Y si tuviera más integridad entre lo que digo que creo y como en realidad me comporto?
La lista podría seguir y seguir. Sin embargo, este mismo ser que anhela el cambio no tiene poder para hacerlo. Como observó el difunto Dallas Willard, profesor de filosofía en la Universidad del Sur de California, “La transformación espiritual, la renovación del corazón, es un problema humano ineludible sin solución humana.”1
Entonces, ¿puede una persona “crecer espiritualmente”? ¿Es una renovación del corazón realmente posible? Según la fe cristiana, por supuesto.
El cristianismo afirma que dicho cambio puede convertirse en realidad en la vida de aquellos que siguen a Jesús. De hecho, no es sólo una posibilidad, es algo inevitable. Uno de los primeros escritores cristianos, el apóstol Pablo, dijo estas palabras: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”2
Formación Espiritual Cristiana
Todos nosotros hemos sido espiritualmente (internamente) formados. Nuestras actitudes, valores y creencias han sido formados por las fuerzas en nuestras vidas. Se trata de una especie de “formación espiritual” por la cual nuestro ser interior ha llegado a su estado actual.
“La formación espiritual cristiana” es distinta de eso. Willard la describe así: “La formación espiritual para el cristiano se refiere básicamente al proceso impulsado por el espíritu para formar el mundo interior del ser humano, de tal manera que se convierte en el ser interior del mismo Cristo.”3 Como autor, teólogo y ateo que se convirtió en cristiano, CS Lewis dijo: “Todo cristiano llega a ser un pequeño Cristo.”4
El objetivo de la formación espiritual cristiana es claro: queremos crecer para ser más como Jesús en nuestro carácter. Los escritores bíblicos comparan este proceso con las experiencias familiares, tales como el desarrollo de un bebé,5 madurar en la edad adulta,6 una planta dando su fruto7 y el cambio de ropas viejas por nuevas.8 En cualquier caso, la idea es que el cambio profundo es posible y que nuestros crecimientos resultan en un ser muy parecido a Jesús.
Hacerlo Realidad
Un aspecto de este crecimiento espiritual es paradójico: uno mismo no lo puede lograr, sin embargo, no será posible sin uno.
Willard llama el proceso “Espíritu conducido”. Es decir, que el crecimiento espiritual es algo que Dios hace en nosotros. No tenemos que depender de nuestros propios esfuerzos para hacerlo realidad. De hecho, no podemos hacer que suceda por nuestra cuenta. El progreso espiritual nos viene como un don de Dios. Así que le pedimos a Dios que haga los cambios en nosotros y dependemos de él para lograrlos.
Por otra parte, estos cambios no se dan sin nuestros esfuerzos. Los cristianos deben seguir a Jesús, obedecer sus palabras, leer y estudiar la Biblia, orar, adorar, servir a los demás. Con todo, es vital reconocer que los seguidores de Jesús no se dedican a estas prácticas con el fin de ganar el favor de Dios y así obtener un crecimiento espiritual. El desarrollo espiritual sigue siendo un regalo de Dios. En cambio, los cristianos practican estas cosas con el fin de centrarse más en su relación con Dios, para que él pueda hacer los cambios necesarios en su interior.
Por ejemplo, un jardinero podría preparar y enriquecer la tierra, poner las semillas, quitar las malas hierbas, regar las plantas y eliminar los insectos nocivos, todas estas prácticas son la responsabilidad del jardinero. Pero el jardinero no puede obligar a los milagros químicos y biológicos que dan lugar al brote de una semilla. El jardinero no puede hacer que la planta extienda sus raíces en el suelo, elabore su alimento, transforme la luz solar en nutrimentos y produzca su fruto. El jardinero hace lo que debe hacer y depende del trabajo de la naturaleza para hacer lo que él no puede.
Del mismo modo, sé que si yo fielmente acudo al gimnasio y hago ejercicio, con el tiempo, mi cuerpo va a responder de una manera predecible. Estará cansado y dolorido, pero luego, los músculos reemplazarán la grasa. Mis capacidades aeróbicas aumentarán. Mis procesos digestivos y química sanguínea se verán mejorados. Yo no puedo hacer que esas cosas sucedan, pero puedo subirme a una bicicleta estática.
De la misma manera, las prácticas como la oración, el estudio, la adoración, la comunidad, el ayuno, el silencio y la soledad intencional pueden dar forma a mi vida espiritual. Las formas en que pienso, vivo, me relaciono y respondo comenzarán a reflejar más y más la vida de Jesús.9 Participar en estas prácticas espirituales es como cultivar el alma o ejercitar el espíritu.
El cambio externo es difícil. El cambio interno es casi imposible, si lo hacemos solos. Pero los seguidores de Jesús no están solos. El crecimiento espiritual no es fácil, pero es posible. Piensa: ¿En qué clase de mundo viviríamos si cada vez más y más gente se preocupara por el tipo de personas en que nos estamos convirtiendo?